El cambio en las políticas migratorias desencadena una respuesta inmediata y revela la fragilidad de las relaciones bilaterales.
La dinámica de las relaciones internacionales, caracterizada por una red compleja de acuerdos bilaterales y acciones unilaterales, ha dado lugar a un nuevo escenario entre México y Perú. A partir del 20 de abril de 2024, los ciudadanos peruanos que busquen ingresar a México con fines turísticos y comerciales deberán obtener una visa, marcando un cambio drástico en las políticas migratorias entre ambas naciones. Esta modificación no solo implica un ajuste logístico, sino que también ha desencadenado un rompimiento del principio de reciprocidad entre los dos países.
La imposición de restricciones de visa por parte de México hacia los ciudadanos peruanos se justifica en un presunto aumento significativo de ingresos irregulares al territorio mexicano y en inconsistencias detectadas en la documentación de los visitantes. Según las autoridades mexicanas, esta medida busca proteger la integridad de sus fronteras y prevenir posibles abusos del sistema migratorio. Sin embargo, esta acción unilateral ha generado una respuesta inmediata por parte del gobierno peruano, que en un acto de reciprocidad, anunció que exigirá visa a los ciudadanos mexicanos que busquen ingresar a su país.
El principio de reciprocidad, esencial en las relaciones entre estados soberanos, se ha convertido en una herramienta política y diplomática para equilibrar los tratos entre naciones. En este caso, su aplicación refleja una respuesta directa al cambio de políticas migratorias de México, resaltando la importancia de mantener un equilibrio en las relaciones bilaterales y proteger los intereses nacionales. No obstante, este quiebre de la reciprocidad también subraya las tensiones y discrepancias entre ambos países, evidenciando la fragilidad de la cooperación internacional en un mundo cada vez más globalizado y complejo.
